lunes, 5 de abril de 2010

Insomnio.

La imagen es súbita: tres segundos apenas. Aparece y se esfuma. Vuelve a alumbrarse y otra vez se escapa. M. la persigue en canzoncillos. A la quinta o sexta repetición de la toma, M. logra adivinar que se trata de una habitación. Muchos libros y cuadernos desparramados por el suelo. Paredes blancas, piso de madera. Luces muy blancas, centelleantes. Y otra vez la oscuridad.
Todo el lapso transcurre en silencio. Por momentos la pesadilla se potencia: es como si tuviera los ojos vendados. El corazón, oprimido, le late a mil. No hay miedo, es algo peor. Como si buscara a alguien en aquella habitación ajena, en aqúel espacio que no es de nadie y tal vez no exista. Pero no, otra vez las luces y el silencio y luego las sombras. No parece haber más que eso: libros, cuadernos, papeles desparramados, aire irrespirable, una cama tal vez. Pero nadie mas que M. en esa habitación.
Aunque no la ha soñado todavía, esa pesadilla se sucede todas las noches. Como una idea del vacío. Antes que logre soñarla, M. descubre sus ojos abiertos como dos lámparas, clavados en el techo. Apenas se asoma el sueño, igual que aquella habitación, acude el insomnio. Trata de no pensar. No puede: la escena vuelve, la habitación se ilumina. Trata de escribir. No puede: la escena se escurre de la memoria, la habitación vuelve a la oscuridad.
Entonces suena el despertador. Se supone que un día acaba de nacer, los pájaros cantan y los colectivos viajan llenos de gente. Pero otra vez, como la habitación del sueño, el mundo no dura más que unos segundos encendido, y se apaga. Los ojos se entrecierran. Pide volver a soñar, implora que aquél cuarto lo visite otra vez.
Como una imagen del vacío, como el día de los pájaros y el nacimiento del ruido de los colectivos llenos de gente, como un transitar la memoria de la noche, M. visita el mundo y el día como de noche espiaba aquella habitación de nadie, con los ojos vendados, en calzoncillos, medio muerto, encandilado por la luz blanca y las paredes blancas y el súbito morir de la luz, como la calma, como un suspiro del silencio que se prende y se apaga, se prende y se apaga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario