jueves, 25 de marzo de 2010

Sintaxis Totalitaria

Todo, en realidad, es cuento. Todo es inventado. Nada de lo que digo es nuevo, lo sé, pero lo experimenté hoy por primera vez al volver a casa luego de una jornada un tanto extraña. Comencé a darme cuenta que todo es cuento cuando bajé del colectivo que me llevaba a la escuela de periodismo, avisado de que un desalojo compulsivo a cargo del Grupo GEOF (de los servicios especiales de la policía, uno de los más duros) se estaba llevando a cabo y que mi presencia allí era, por alguna razón extraña pero que asumí de inmediato, inpostergable. Cuando llegué, comprobé que no era para tanto: tan solo se trataba de un común y corriente hallamiento antidrogas de los que suelen darse en el barrio. Como estaba cerca de casa y lleno de frustración por el tiempo perdido, decidí ausentarme a clase y abandonarme a vagar en lo que quedaba del día. Todavía no había cruzado por mi cabeza que todo es cuento, pero de a poco esa idea iba tomando forma en mi cabeza mientras avanzaba rumbo a casa cuadra a cuadra. Hacía un sol termendo y nada tenía mucho sentido.
Todos iban en auto en la ciudad, o caminaban pero hacia un objetivo concreto, preciso. Desprovisto de todo tipo de desperdicio. A eso iba: todo, todo en la vida, desde el sexo hasta los autos y caminar, funciona de acuerdo de una sintaxis.
Cuando por fin llegué, el ascensor estaba en el noveno piso, el último del edificio, de modo que decidí no esperarlo y subir a pie por las escaleras los dos pisos que me separaban de mi puerta. ¡La escalera, para mi sorpresa, también estaba hecha de acuerdo a una sintaxis impresionante! Imagínenlo por un momento: peldaños escalonados, uno detrás del otro, uno arriba del otro, que el hombre (o el perro en su defecto) suben uno a uno como tocando las teclas de un piano; como palabras sucesivas que alguien escribe en algún lugar perdido del mundo: una atrás de la otra, primero pensada luego escrita, que componen una oración y luego un párrafo y al fin un cuento, así como los peldaños componen un piso que conponen la intersección entre los pisos y finalmente uno llega al noveno piso. ¡Sintaxis!
Algo parecido, pasa con el tiempo: 60 segundos que conforman un minuto, 60 minutos dentro de una hora, 24 horas que pasan en un día. ¡Sintaxis, señores!
Alguno podría retrucar que puedo escribir, gracias a la sintaxtis castellana, "algo parecido con el tiempo pasa" en luegar de como lo hice: "algo parecido, pasa con el tiempo". Hay una coma que falta y un orden desordenado, y todo tiene sentido de todas formas. Con la escalera trastabillaríamos y con las horas estaríamos dentro de Viaje al futuro o algo parecido. Pero no quiero discutir esto.
El ejemplo, el único que encontré para contar que todo es un cuento fue que todo responde a un cierto orden relatado, relatado en tiempo presente. Todo responde a las relgas de la literatura. Todo es cuento. Nadie puede escapar a las horas o a las escaleras, ambas son obligatorias a pesar del ascensor o la televisión; nadie puede escaparle a un ordenamiento divino que nos barra, y que desde hoy he decidio llamar "Sintaxis Totalitaria". Este es un ejemplo más que claro, el mío: haber perdido un día más que sintáctico en una asintaxis que me obligó a escribir de acuerdo a la sintaxis de un autor que escribe cuentos y que lo leo en estos días. Se llama Paul Auster.
En la sintaxis de su vida, Auster en algún momento escribió sintácticamente sobre su padre, Sam Auster, un hombre muy sintáctico en el sentido de ordenado, coherente y cumplidor esposo y padre de familia, pero asintáctico de acuerdo a otros sueños que a uno se le ocurren sobre la vida. Entonces pienso en el propio autor: un tipo asintáctico, desordenado, algo desarreglado, algo vago, algo demente, prolífero diagramador de palabras, tanto como para evitar televisores o sueters o perros labradores o ascensores. Y pienso en Auster y en la sintaxis para no pensar en ella, porque pensar en ella me está matando. ¿Ven? todo, todo es cuento.

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