viernes, 26 de marzo de 2010

Contradicciones del 24

El populismo siempre me resultó estúpido. Santucho decía que era una enfermedad del campo popular, cuyo remedio era la ideología socialista. (Creo que) tenía razón.
El miércoles la plaza rebalsaba de un populismo sostenido en las abuelas y madres de plaza de mayo que acompañan al gobierno, dicen, por su obsecuencia en la persecución de represores en pañales, con cáncer y tubitos de aire en la nariz para poder respirar. Nunca como antes los Bussi y Videla son verdaderos dinosaurios. Una escoria humana, es cierto; pero la reivindicación del 24 de Marzo no debe quedar en mandarlos a Jurassik Park, y la ecuación es siemple: siempre estuvieron presos de su doctrina y su miseria, mas allá de leyes de perdón y decretos de impunidad. Bueno, eso no está mal: que Kristina persiga a la dueña de Clarín, que los escrache públicamente, y que antes haya derogado los decretos de Menem y también las leyes del carabobo radical de Alfonsín está muy bien. Viva Kristina, viva 6,7,8. Pero nada de eso conforma a la rebeldía.
Como cantaban mis compañeros en la plaza: "los 30 mil van a renacer, cuando la clase tome el poder..."
Yo creo que la escoria sabe que es escoria. La conciencia suele ser implacable. No perdona. A mí me cuesta escribir estas líneas sabiendo que mi tía, que militaba en la JUP y la mató la escoria, se enfrentaría duramente conmigo porque ella quería la vuelta de Perón. Era populista y yo creo que el populismo es estúpido. Pero no lo sé en realidad, eso es lo terrible. Nunca supe bien, nadie nunca me lo supo explicar, cómo pensaba mi tía. Si veía en Perón, al igual que Cooke, El Kadri y otros una vía argentina al socialismo, así como tampoco sé si pudo llegar a leer a Santucho o si el Roby le daba miedo. Nunca lo voy a saber. Lo único que puedo decirle desde acá es que la traicionaron, y que me gustaría tener algo de su valentía. Y que la quiero infinitamente, que no se equivocó. Me gustaría poder hablar con ella. La vida sería difenrente.
Así de implacable es mi conciencia conmigo, al punto que muchas veces me he replanteado mi militancia guevarista, y eso que (todavía) no sé cómo empuñar un arma. Los soretes humanos digo entonces, deben tener la conciencia destruída: están inhabilitados para ser felices ante los otros. Están muertos desde hace rato. En cierto modo los años los han puesto en su lugar, se acabó el acompañamiento al crimen y la sociedad se dió vuelta un día y encontró en Sábato, los dos demonios y Alfonsín una salida hipócrita pero cómoda para condenarlos. La justicia, entonces, va a llegar cuando revivan los que pueden hacerlo, los que murieron peleando. Entre ellos mi tía, aunque no vaya a ser como ella pensaba: la única salida para los pobres es la muerte del capitalismo. Ni Kristina ni Perón ni las organizaciones populistas quieren eso, y si lo quieren, si de verdad es así, se han equivocado tanto y pagado tan caro sus errores que es imperdonable que vuelvan a incurrir en lo mismo. El enfrentamiento será con ellos (con ella) también. Es duro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario