martes, 30 de marzo de 2010

Detenganme, detenganlos.

Nueve de cada diez lectores de la edición digital del diario Clarín, sobre un total de 16928 encuestados a esta hora de hoy (Martes 30 de Marzo, 10:30 AM), respondieron que están de acuerdo con el Proyecto de Ley del macrismo de volver más duro (otra vez) el código contravencional de la ciudad. La arremetida propone prohibir a los cuidacoches, limpiavidrios y manifestantes anticapitalistas, clasificados ayer en conferencia de prensa como "mafias" que generan miedo en la ciudadanía.
"Mafias". Nueve de cada 10 lectores aplaudieron. El diario apoyó. Los canales de noticias las presentaron esta mañana adornadas con laureles. Mi abuela, tomando mate conmigo, asintió con la cabecita. Mi tío, desde su camioneta, seguramente acompañó con un gesto similar los editoriales de los medios fascistas y sus periodistas serios. El portero encera el palier despreocupado. Otro vecino escucha Arjona a todo volumen. Un perro guardián le muerde la geta al técnico de la selección en su patio de barrio parque. "Mafias" es la frase del día. El peligro acecha de la puerta para afuera.
Yo puedo ubicar a varias de esas "mafias": sería un buen agente de la Metropolitana. Para empezar, yo soy miembro de una de ellas: concurrí, sin ir más lejos, a la marcha del 24 de Marzo con mi cara cubierta y un palo en una de mis manos. Quemamos (quemé) una bandera norteamericana frente a la legislatura porteña, a la cual también pintamos (pinté) con frases ofensivas y bombitas de pintura. Estamos (estoy) al margen de la ley. Soy Mafioso, y conozco a otro centenar de ilegales encapuchados y escrachadores de edificios públicos. Asociación ilícita: ¡Detenganme!
De la misma manera, conozco a varios de los limpiavidrios y cuidacoches del barrio de Constitución. Asiduamente nos encontramos cenando juntos en una olla popular que deriva en una asamblea, donde perpetramos atentados y asaltos comando a pobres viejitas jubiladas e indefensas sin importarnos lo que la opinión pública desee. Puedo hacer un legajo con sus nombres de pila, sobrenombres, rostros y, hasta (en algunos casos) con su prontuario delictivo: pequeños hurtos, disturbios en la vía pública, toma de inmuebles, portación de armas blancas, etc. ¡Deténganlos!
Pero es inútil. Mi aporte al bien común y al orden social sería ínfimo. La realidad es que hay cámaras por todos lados. En las esquinas importantes, en las sedes de la UIA y de la SRA, en Legislatura, en Congreso, en la SIDE, en los bancos, en las comisarías, en los edificios caros (el mío es uno de ellos), y ahora también en los nuevos coches ultracaros de la metropolitana. Todo está vigilado. Agentes encubiertos, pinchaduras telefónicas, servicios de inteligencia, comisarios, jueces y abogados, causas penales y allanamientos, cámaras fotográficas y fotógrafos a sueldo. Por todos lados.
Pero también hay vigilantes que no cobran sueldo. Es algo injusto, pues son los mejores. Sin ellos, las cámaras y robocops no podrían cumplir tan ardua tarea. Hicieron un excelente trabajo en la dictadura, por ejemplo, y ahora esperan ser reivindicados. De a poco. De hecho, demostraron su poder de presión votando en la encuesta de internet del diario Clarín. Mientras crecía, aprendí a tenerles más miedo que a las "mafias". Ustedes saben de quiénes hablo. Hasta las últimas consecuencias, elijo estar del otro lado. Antes que a Sinatra, prefiero a los redondos. ¡Mi confesión, ya sube!

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